sábado, 15 de marzo de 2014

La peregrinación que transfigura

Dios Padre, Madre, Sabiduría eterna,
Visión infinita, Intuición total:
danos profundidad en la mirada,
potencia en el corazón, luz en los ojos del alma,
para que seamos capaces de transfigurar la realidad
y contemplar tu gloria ya ahora,
en nuestra peregrinación terrestre,
por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.


Los años pasan por nuestras vidas sin hacerse problemas y cada uno parece más corto que el anterior. Estamos en un viaje de la juventud a la vejez, desde la cuna hasta la tumba.

A través de los ojos de la fe, el paso de los años se ve algo diferente. Creemos en que nuestro viaje se dirige a alguna parte, en lugar de simplemente termina con la muerte: vamos a emerger a la vida del cielo, a vivir en la presencia de Dios.  Como Abraham somos peregrinos que nos movemos hacia la tierra prometida. Y al final, si somos fieles, compartiremos la alegría total de unirnos a Cristo en gloria, esa es nuestra recompensa de la peregrinación de la vida.
En la era de la movilidad, nuestros muchos viajes de hoy son muy movidos, no muestran signos de progreso espiritual y a veces parecen estar retrocediendo. Las metas y deseos son de corto plazo, estrechos, superficiales. Nos mueve un impulso incesante de dinero, fama, chisme, éxito y placer. Vamos en círculos y vamos recio. Los peregrinos en cambio, se fijan en un destino superior. Aunque a veces parece lejano y difícil de alcanzar, vale más que todos los deseos a corto plazo que seguimos. Desde la la meta que Dios pone ante nosotros, cada paso en nuestro viaje adquiere un significado iluminado, transfigurado.

Nuestra vida entera puede hacerse una peregrinación hacia Dios. Así como llamó a Abraham, Nos  llama a cada uno de nosotros a ser suyos. Su llamado es tranquilo pero insistente: " dejar tus viejas costumbres, el orgullo, el egoísmo, la dureza de corazón, el mal temperamento, el enojo, la envidia y la mentira. Y anda a la tierra mostraré". El sentido de nuestra peregrinación no es geográfico, sino moral: " Ir a la caridad, la pureza, participar en la verdad, la oración y la buena voluntad. Seguir el  camino del Evangelio. Ir hacia el cielo'.

Seguir el mandamiento de Yahvé, "el Dios que es", y someterse a su voluntad, permitió a Abraham hacer la primera gran peregrinación. A partir de entonces toda su actividad se basó en la obediencia a Yahvé, y se puso en camino hacia Él, el Dios vivo. Ese mismo espíritu también va a mostrarnos el significado más profundo de nuestra vida. Lejos de ser absurdo o inútil, los esfuerzos del peregrino en seguir el Evangelio de su Maestro están llenos de significado. El avanzar en este camino es la fórmula real para la paz de cuerpo y mente. Decía San Agustín: " Tú nos has hecho para ti , 0 Señor, y nuestro corazón no descansará nunca, hasta que descanse en Ti".

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