Oh
Dios Misericordioso y bueno, la enfermedad a veces nos asusta, nos preocupa y
nos hace perder la esperanza. Mira con piedad de tus servidores que sufren y
fortalece su fe. Alivia su dolor y consuélalos en su soledad. En su enfermedad,
fortalece su cuerpo. En la desesperación concédeles paciencia, ahuyenta su
temor y dales la seguridad de que Tú los sanarás en cuerpo y en alma. Concédeles
la gracia de saber que cargan su cruz contigo.
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